"Frozen": El frío a mí nunca me molestó
CINE Y PSICOLOGÍA
Berta Matarán
7/25/20252 min read


La cualidad de Elsa de manipular el hielo y la nieve es percibida como un peligro por sus allegados y, en lugar de aprender a manejarla de forma adaptativa, es directamente suprimida, como un acto protector por parte de sus padres. La capacidad de la princesa es también su protección del mundo, su modo de comunicación con él, su diversión y su refugio, en definitiva, es su cualidad más valiosa.
A nivel psicológico, esta leyenda nos muestra cómo nuestro atributo más preciado puede ser rechazado por quienes más nos quieren. Si echamos la vista atrás seguro que atisbamos algún momento de nuestra infancia en el que tuvimos que dejar de hacer o decir lo que en esencia queríamos. Es probable que de pequeños nuestra forma de ser no encajara con las expectativas que de nosotros tenía el mundo. Hoy en día, los niños inquietos que se mueven, se hacen notar, son etiquetados con numerosas clasificaciones: “hiperactivos”, con “déficit de atención”, “intensos”, “demasiado sensibles”, “demandantes”….
Cualquiera de estas manifestaciones son formas que el pequeño tiene de comunicar una necesidad o de expresar un déficit de su entorno. Al igual que Elsa, si valoramos esta conducta desde nuestra necesidad como adultos, porque ese comportamiento nos incomoda o nos da miedo, reprimimos su don más valioso.
Y aquí comienza la gran deslealtad con nosotros mismos, cuando ocultamos o modificamos aquello que somos en esencia, aquello que estamos llamados a poner en marcha en la vida a cambio de ser aceptados y queridos.
Cabe aclarar que cuando somos niños nos movemos por dos necesidades básicas, la necesidad de seguridad y la necesidad de amor y en esta etapa haremos todo lo posible para mantener este estatus. Sin embargo, en la edad adulta nuestra existencia ya no depende de estos parámetros aunque sigamos creyendo que sí.
El aislamiento de Elsa en el reino de Arendelle representa las lealtades familiares que nos dejan atados a nuestra familia de origen. Ella escoge, sin embargo, otro camino mucho más inspirador cuando decide alejarse de todo lo conocido y deja aflorar su poder reprimido. Ahí es cuando se abre el mar de hielo y construye su palacio helado. Desvincularse de la familia nuclear es crecer.
Por otro lado, el personaje de Ana, la hermana de Elsa, simboliza su polaridad. Si Elsa tiene que confrontar sus miedos y se ha quedado aislada en su palacio de cristal, Ana es la energía vital encaminada al contacto y el amor. En definitiva, su hermana encarna esa parte que todos poseemos de deseo de vínculo. Es la muerte simbólica de su hermana, que representa la suya propia, la que le permite darse cuenta de que no hay “palacio” que merezca la pena sin el amor y el vínculo con los demás.
Cuando Elsa se expone a su destierro, llevada por el miedo al rechazo y renuncia al control de la situación, sola, en el palacio de hielo, finalmente exclama desde lo más profundo de su ser aquello que se había negado durante toda su vida, que "el frío a mí nunca me molestó". Es en ese preciso momento cuando convierte su herida en su don.
Berta Matarán Peñarrocha. Psicóloga humanista. 2025